Don Danilo ha vuelto a levantarse



Don Danilo, el “rey de reyes”, sigue de pié. El máximo exponente de los caballos de paso colombiano, que murió el 31 de julio de 1976 a avanzada edad de 28 años en la hacienda Valencia de Girardot, con su color bayo, su grupa perfecta, sus manos ágiles y su mirada eléctrica, ha vuelto a levantarse.
Hace un año y tres meses el personal de aquel fundo, propiedad de Luis A. Duque Peña, se revolucionó como si fuera objeto de la más cruel catástrofe. Los carros y los veterinarios salían y entraban con afán. El chalán Adolfo Gómez dejaba escurrir las lágrimas con sentimiento semejante al que podría experimentar frente a la agoní de uno de sus hijos, según sus propias palabras.
Pocos se encaminaban a la enorme casa de la hacienda. Todo giraba dentro o en torno del palacio, es decir: del “Palacio de Don Danilo”, una fastuosa pesebrera. Dentro de ella, de pie, con la mirada vidriosa y el vientre embombado, el valioso caballo respiraba con dificultad sus últimos segundos. Casi a un mismo tiempo, los relojes que marcan las cuatro de la tarde y el majestuoso animal, sin vida, que se desploma como un sauce. El afanoso vaivén de dos horas antes se hizo tristeza pura y un incontenible correr de lágrimas.
Allá lejos de los pesebres de Valencia, “Kisinger” y “Doña Danila”, el mejor hijo y la mejor pareja del extinto animal, declarado Reliquia Nacional, remascaban hierba con melaza, ajenos a la tragedia que se vivía en “El Palacio”.
Todo parecía indicar que solamente quedaba la leyenda de Don Danilo y su primacía en todo también había muerto, pero no; su estampa fue confiada al taxidermista Mario Guinard y hoy tras árduo proceso, el animal sigue siendo especial: Es el primer caballo que se diseca completo en América Latina.
El día de su muerte fue traído al laboratorio de Guinard, en Bogotá, quien desde aquella fecha comenzó el trabajo más fatigoso de su vida, que solamente concluyó ayer.
Primero que todo, durante 72 horas continuas se dio a extraer de entre un pequeño orificio en el vientre toda la carne, las vísceras y los huesos del “rey de reyes”. Solamente dejó el cuero, la cola, la crín y los cascos. Lo demás fue a parar a un botadero de basura abajo del barrio El Minuto de Dios.
Posteriormente, al cabo de pocas horas de sueño, Guinard comenzó la curtiembre de la piel y puso en orden todas las anotaciones sobre las medidas del caballo que tomó mientras le retiraba las carnes. Cuatro meses duró este proceso inicial.
Mientras tanto, recogió cuantas fotografías y filmaciones de Don Danilo para determinar las medidas exactas de los ojos y el color. Una vez establecido esto ordenó a una fábrica en Alemania la hechura especial de un par de cristales de color melado, los cuales lucen ahora con la misma electricidad de los naturales. Contienen las mismas ranuras internas, la misma dirección y la misma “vivacidad”.
Listo el cuero y encargados los ojos, el taxidermista elaboró una escultura en cartón con base en las medidas anatómicas. De este molde se hizo otro más perfecto y otro y otro, pero la estampa exacta no aparecía y todo fue a parar a la caneca de la basura.
Mario, de 28 años, y cuyo oficio lo ha aprendido por enseñanzas familiares que vienen desde su bisabuelo, más especializaciones en los Estados Unidos, con pacienca de fraile comenzó de nuevo: más efigies de cartón, más labor, todo nuevamente a la basura. “Es que lo que yo estaba haciendo evidentemente era un caballo con todas sus proporciones, pero no estaba haciendo a Don Danilo, que no es cualquier caballo. Por eso boté y boté mi trabajo a la basura. Además, porque el compromiso no era con don Luis A. Duque, era con Colombia”.
Mario Guinard, a través de los meses, proseguía en su trabajo de hacer esculturas de cartón que botaba a la basura, hasta que los materiales de trabajo ya no cabían en su casa y un molesto polvillo que expelía el pulimento del cartón enfermó de los bronquios a él, a su mujer y sus tres pequeños hijos.
Debió suspender, guardar cama y luego buscar una casa para la familia y otra para el trabajo de Don Danilo.
Así fue y reanudó la labor. Vino otra escultura de cartón y de esa otra y otra más, hasta que el animal comenzó a “aparecer” y así se pudo elaborar una figura preliminar en arcilla y paja, pero en esta etapa el trabajo siguió siendo igualmente arduo y pasaron los meses mientras se modelaba más la estampa rigurosamente necesaria, cuyas características, entre otras, son: Cuello ancho y ligeramente curvo, hanca caída, redonda y llena, cara, piernas y manos descarnadas, consecuencia de la senilidad.
Al caballo de cartón lo precedió una figura en fibra de vidrio que se fue torneando hasta cuando el taxidermista crecó que había llegado al punto exacto y sacó el cuero que había guardado un año antes. Lo montó sobre el esqueleto sintético e hizo un arreglo provisional y se sentó a observarlo dentro del largo salón de laboratorio, que estaba convertido en estudio de arte, por que es una obra de arte el trabajo de Don Danilo.
En un principio creyó estar frente al final del mejor trabajo de su vida. No obstante, al hacer las comparaciones con las fotografías, detalle por detalle, encontró que se hallaba lejos de su propósito. Le invadió un ataque de nerviosismo pero se contuvo para no destruir la obra. Al rato volvió a la carga con una batea de pasta sintética similar al cemento para construcción. La puso debajo de lo que debía ser Don Danilo, desmontó el cuero, y se sentó a cuatro metros sobre una butaca y se fijó en la cabeza la estampa que buscaba. Luego, dice, “comencé a superponerla sobre el trabajo y corría como un loco a ponerle masilla cada vez que notaba un vacío. Duré un día entero en esta labor hasta que logré “hacer” a Don Danilo. La falla que siempre había notado pero no visto estaba en el abdomen, faltaba hacerlo caer un poco”.
Vino luego el montaje del cuero, labor que lo ocupó dos días y medio hasta cuando quedó dormido de cansancio, pero logró que sobre “esa tragedia”, como denomina al esqueleto sintético, el pellejo coincidiera con tal perfección que las partes oscuras que van sobre ciertos huesos sobresalientes, no se corrieron medio centímetro.
Al término de todo el trabajo, cuya garantía es por 200 años, vino la prueba final: la visita de Luis A. Duque, el veterinario y el chalán que siempre sacó a Don Danilo a las pistas, Adolfo Gómez. La impresión que tuvieron al ver el trabajo se resume en la primera expresión de Duque, luego de darle, absorto, varias vueltas al animal: “Don Mario, este es mi caballo… Este es Don Danilo…”, mientras tanto, igualmente maravillado, el chalán apuntó: “Quisiera darle un fustazo..”
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A Girardot
Duque siempre dijo que a su Don Danilo declarado fuera de concurso en todas las modalidades de paso colombiano (trote y galope, trocha y paso fino) cuando muriera lo haría embalsamar para colocarlo a la entrada de su hacienda. Pero su determinación ahora ha variado, pues regaló el animal al municipio de Girardot, donde será colocado, con sus aperos de plata ley 900, dentro de una urna de cristal, en la plaza de ferias posiblemente.
Por Don Danilo llegaron a ofrecer decenas de millones “de un solo mamonazo”. Tuvo 300 hijos, de los cuales solamente “Kissinger” promete sucederlo, pero parcialmente. Nació en Bolivar, Antioquia. Sus padres fueron “Rey Cometa” y “Danesa”. Su primer dueño: Oscar Vélez, quien quiso castrarlo cuando era potro, lo que evitó Alfredo Gallego, comprándolo. Por primera vez asistió a una feria en Medellín a los cuatro años, y fue declarado Gran Campeón. Luego fue propiedad de José María Uribe y por último de Luis A. Duque, quien por años anduvo tras él haciendo toda suerte de ofertas. Lo montaron Julio César Turbay Ayala, altors personajes nacionales e internacionales. Misale pastrana no quiso cabalgarlo por miedo a que , siendo presidente, “lo tumbara un caballo…”.
El caballo de paso
El caballo colombiano, el criollo o de paso, es descendiente de equinos árabes, andaluces y berberiscos que trajeron los españoles durante la Conquista. Estos animales se aclimataron y permanecieron en nuestras tierras largos siglos sin tener contacto con otra raza de su especie, lo cual condujo a que así se produjera un linaje nacional que se caracteriza de todos los otros del mundo en que, entre otras particularidades, tiene una vértebra más y diferente la configuración osea de los pies y las manos. En el perú por parecidas circunstancias, también lograron un género propio, relativamente parecido al colombiano.
Y Don Danilo fue la máxima expresión de nuestro corcel. Su sola estampa, lejos de todo sentimentalismo, es un símbolo nacional como el cóndor de los Andes. A partir de este caballo se ha comenzado una nueva selección de la raza.
Por todo esto fue embalsamada su figura, así nunca jamás en las pistas de las ferias se vuelva a oir la firmeza de los cuatro golpes vigorosos de sus cascos, que constituyen el paso fino colombiano y que Don Danilo los dio mejor que ningún  otro de de su clase.
El Tiempo – Domingo 11 de diciembre de 1997
Por: Gonzalo Guillen

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